Friday, February 29, 2008

" El Fin del Årte" Primera semana

Notas sobre el libro “Más que palabras” de Mateu Cabot.

(Crítico español.)


1.

“Siempre hay algo muriendo, el tiempo pasa” con esto, la idea es que lo viejo siempre se está sustituyendo por algo más reciente, moderno.

Es la conciencia de modernidad…

Esta es una idea que se aquilata a mediados de 1800 con Baudelaire que establece el horror del tiempo presente:
Siempre lo nuevo será mejor y desplazará a los objetos anteriores, por lo tanto esta época se declara transitoria y efímera; es un arma de escepticismo romántico que termina por definir que nunca tiempos presentes son mejores…

La evolución de este pensamiento genera, irremediablemente, un problema de modas, las cosas pasan, los tiempos pasan y en el cambio se pone el acento.
Con el fenómeno de la moda se crea toda una estrategia comercial que hace que mientras algo esté en circulación tiene cierta plusvalía y obliga a los motores a crear algo más nuevo para poder generar especulación: las cosas se pueden poner de moda porque pueden pasar de moda.

¿Qué es lo anterior a la modernidad?
Es la sociedad del pasado la que muere en los tiempos de Descartes, Galileo y Lutero y que recibe la puntilla en la revolución Francesa de 1789, la que es conservadora por miedo al cambio. La que se caracteriza por la creencia, la afirmación y la idolatría de valores, normas y cualidades absolutas eternas, universales. (Visto desde el sentido crítico ilustrado)

El rechazo absoluto al pasado hizo una cuenta regresiva que arrasó con el imperio austro húngaro en primer lugar, lo borró del mapa y para nuestros días ha permitido que se defina con mucha más facilidad las culturas más antiguas.
La crisis se da cuando lo viejo se resiste a morir pero lo nuevo no acaba de surgir

Gustav Mahler, Arnold Schonberg, Alban Berg los edificios de Otto Wagner y de Adolf Loos y luego los de la Bauhaus, las nuevas concepciones científicas, la psicología de Freud, la teoría de los valores de Wittgenstein, los mundo recreados por Kafka, Musil, Zweig, Klimt, Hoffmanstahl, Schilele, Kokoschka, Lou Salomé.

Esa es la totalidad de la cultura europea del siglo XX hasta los años 60. En esta época se da la discusión romántica:

La escisión entre individuo y totalidad, razón y realidad, forma y alma, vida y cultura, sociedad y comunidad, capital y trabajo, identidad y alteridad, finitud e infinitud, lógica del pensar y lógica del sentir, interioridad y exterioridad, cálculo y vivencia, metáforas y conceptos, libertad y ley, sentimiento y razón…

En la modernidad surge una nueva posibilidad: en lugar de conciliar las escisiones, vivir provechosamente de ellas. Estos dualismos que alguna vez fueron antagonismos viven día a día con el hombre de la sociedad contemporánea.

El final de Viena 1900, sus protagonistas y el nivel cultural que alcanzó el mundo se pueden ver como el parto de la modernidad: cuando la transición de la Edad Antigua se habrá consumado y la humanidad se enfrenta cara a cara con ella misma a lo que ha hecho. La criatura ha nacido es un parto doloroso pero hay que conformarse con eso que ha nacido.
La modernidad se muestra completa en el siglo XXI después de más de cuatro siglos de transición y nacimiento y nos muestra que es el tiempo y no el espacio lo que fundamenta la vida:
La fugacidad, la transitoriedad, todo cambia porque todo muere continuamente… somos seres para la muerte…

En la Viena de 1900 empezaron a conformarse los fenómenos de tensión, contradicción y disonancia de la civilización, por esta razón vale la pena seguir escuchando a los críticos de aquella época pues aún ahora siguen marcando los paradigmas
(Jean Clair, Claudio Magris, Karl Kraus, Wittgenstein)

Wittgenstein, en su momento, dictó que “ética y estética” eran la misma cosa y con esto se pudo crear una reacción tanto al proceso de separación que venía presentándose en la cultura como al nihilismo que establecía una decadencia intelectual y moral en la que se hallaba la civilización.

Pasado ese momento en el mundo empieza a resonar el “todo vale” porque hay una inclinación a la estética perse, es un grito de hastío y desesperanza de quien ya no puede oponerse a que todo puede ser.
En este caso en vez de ver la autodeterminación, responsabilidad, autonomía, respeto a la naturaleza que eran terrenos de la libertad humana, vemos la constatación de la dificultad del ser humano.

No somos dioses si no humanos seres que buscan y en su búsqueda se topan con el misterio y la eterna renuncia…


La historia ha servido como un sostén al paso del tiempo, la historiografía define cada momento con una idea de transición o definición: prehistoria, historia antigua, historia medieval, historia moderna e historia contemporánea, suponiendo cierta intencionalidad en le paso de la historia, es decir, el devenir temporal no era sin más un puro cúmulo de casualidades sino que había en él una “dirección” o “sentido”. La noción de “progreso” resumió durante mucho tiempo esta idea.

El ser humano ha tratado de entender y de comprehender su mundo en la teoría del conocimiento y ha tratado de situarse delante de la realidad convenientemente. Por esta razón la modernidad se empezó a cuestionar a mediados de los 80:
La teorización sobre la postmodernidad era algo que supuestamente ya no era la época moderna, sin que se supiera exactamente cuales eran sus rasgos distintivos, entre ellos su real relación con la modernidad de la cual era lo posterior.

Viena 1900 incluiría el desarrollo máximo de la cultura y su noción de pasado hasta las vanguardias del siglo XX

Para muchos, la verdadera, la auténtica modernidad, es en sentido estricto a comienzos del XX, con Auschwitz e Hiroshima o con el Ulises de Joyce, continúa con la Brillo Box de Andy Warhol, esto quiere decir que los siglos desde Descartes hasta el momento son la transición entre la Edad Antigua (época de metafísica, naturalidad y valores absolutos) y la Edad Moderna (época de artificialidad y valores relativos)


El ideal de Descartes, Galileo y la ilustración era que el sentido de la modernidad se hubiera consumado, pero la realidad es lo consumado fue una ilusión infantil nacida de los primeros momentos de separación de la Edad Antigua: La ilusión de que todo es posible y todo está permitido, incluso Dios, para esa especie llamada humanidad embarcada en una mota de polvo deambulando por el cosmos.


El escepticismo es saludable: despierta de los sueños dogmáticos…

Pensar ahora en la búsqueda de un fundamento absoluto y último resulta tan extraño como también debiera serlo en tiempos pasados. Tal vez por eso, mantener cierto escepticismo se confunde en nuestro tiempo con el relativismo y este se termina por volver un “todo se vale” con la falta de cualquier criterio y de juicio y valoración.

La estética filosófica es una disciplina crítica en el doble sentido de crítica: Acción de criticar, discernir, de separar lo que cumple y lo que no cumple un determinado criterio y, por otra, surgir en momentos críticos. En el postmodernismo la reflexión estética y la creación artística (en general) son el lugar privilegiado para discernir el presente, al no tener los suficientes referentes, al desmoronarse el sentido de la crítica kantiano y sus ideas determinantes

La actual situación en la que, entre los fenómenos, parece que todo se reduce a la imagen, al aspecto visual de las cosas, no tiene porque considerarse una situación de decadencia o superficialidad. Más bien es una de las mejores vías de acceso a la realidad moderna que vivimos.

Esta realidad “moderna” es el resultado de lo dicho por Nietzche “Ninguna esencia, libertad total: el acto más auténticamente humano, el único, es la creación”

La estética es la relación entre el individuo y su mundo, que Aristóteles llamó poiesis la creación de nuevos objetos, físicos o no, pero siempre con un sentido incorporado como simbolismo, se ha convertido en la modernidad en la relación esencial, distintiva, definidora.


Por lo tanto habrá que analizar desde varios puntos el arte:
Arte contemporáneo desde la perspectiva del objeto creado, la obra de arte, el segundo desde la perspectiva del receptor, el público. El tercero analiza la entrada masiva de la última tecnología, la digital, en una esfera comúnmente tenida por artesanal, y la situación de invasión de imágenes en toda la vida del ser humano.
De esta forma podemos entrar a analizar un poco del animal cultural, simbólico que somos.

La modernidad es un sistema cultural escindido, esquizoide, buscando una unidad imposible.
El animal cultural: por una parte con necesidades físicas que, como todo lo físico, está determinado causalmente y en el que no cabe la libertad, el no poder variar en nada por voluntad; cultural por otra, que crea símbolos, representaciones libremente asociadas en el que se proyecta una visión distinta, utópica, de lo que como animal ve y vive.


2.


“Una empleada de la Tate Gallery tira una bolsa de basura sin saber que era una obra de arte” es una noticia que apareció recientemente. Lo que llama la atención de esta nota es que una bolsa de basura haya dejado de ser sólo eso. El que una bolsa de basura, algo vulgar, corriente y poco glamoroso, fuera una obra de arte es lo mismo que decir: que una obra de arte, como se ha entendido desde siempre, fuera simplemente una bolsa de basura, la obra se llamaba: “Nueva creación de la presentación publica de un arte autodestructivo” su autor es Gustav Metzger
(Metzger, de 80 años, nació en Alemania de padres judíos polacos y de niño se trasladó como refugiado al Reino Unido, donde en la década de los sesenta inventó el concepto de "arte autodestructivo". El artista acaparó titulares hace algún tiempo cuando una de sus obras, una bolsa de basura llena de recortes de periódico, cartón y trozos de papel, fue desechada por una limpiadora de la Tate que la confundió con desperdicios.
Metzger, que vive en el este de Londres, es un creador y activista político conocido sobre todo en los círculos artísticos alternativos, y su filosofía de arte y destrucción inspiró entre otros a Pete Townshend, de la banda de rock The Who, para romper su guitarra en el escenario).


Esta nota queda como un detalle curioso de lo que puede llegar a ser el arte contemporáneo, pero nos sirve para detallar dos cosas:
La primera que los periódicos buscan notas curiosas que pueden llegar hasta resultar chocantes y que, un año antes, había pasado lo mismo con una obra de Demian Hirst.

Las noticias sobre el arte contemporáneo llegan a ser motivo de ocho columnas más que notas de la sección especializada. Lo que busca es crear opinión pública.
La opinión pública parte de:
Una gran nota relativa a una exposición,
La información sobre una feria que resume las cosas que se han podido llevar a cabo dentro de su tiempo de exposición,
Las notas curiosas en las que hay un choque del sentido común del espectador.
Las dos primeras pertenecen “al mundo del arte”, el medio protegido por y para la experiencia estética.
En el tercero se juega el alejamiento entre el gusto de la mayoría del público, un público que no puede entender que algo fuera de su comprensión de “buen gusto” se encuentre como parte de la opinión pública.
Es frecuente la confusión entre una obra de arte y un objeto cualquiera, esto no tendría que ocurrir nunca. Desde el punto de vista de materialidad de la obra y de la percepción de quien se encuentra delante de ella no hay diferencia sustancial entre el conjunto de objetos denominados arte y los simplemente denominados “objetos” o más directamente “cosas”.

Esto ocurre pues la mayoría de la gente no tiene interiorizado prácticamente el catálogo de obras y autores que lo forman, lo cual no ocurre con obras y artistas anteriores, el sujeto está demasiado cerca del objeto.

En el siglo XX se aquilataron dos grandes teoremas, se habla de elos todo el tiempo pero no necesariamente se entiende su contenido:
“Cualquiera puede ser un artista” y “cualquier cosa puede ser una obra de arte” (el segundo dicho por Joseph Beuys a mediados de los 60).

La existencia de un “mundo del arte”,
la popularización de la producción artística y
la pérdida del carácter sacro, mágico o sobreterrenal de la obra de arte
son tres experiencias que definen buena parte de la experiencia estética humana que llamamos arte.

Tal vez uno de los conceptos más chocantes al público sea el de “cualquier cosa puede ser una obra de arte” esto es un cambio radical en la consideración del “objeto” que entra en la experiencia estética y que se ha denominado “obra de arte”.

La obra “Fuente” de Marcel Duchamp que se expuso por primera vez en Nueva York en 1917, esta pieza fue elegida a finales del año 2004 entre 400 artistas como la obra más influyente del siglo XX. Como “cosa” es un urinario de porcelana blanco, esto es, un objeto habitual cuya función no puede ser más determinada. Como “obra de arte” consiste en colocar en una sala de exposiciones y de una forma no habitual algo que no podríamo encontrar en un espacio para el arte, firmándolo en una de sus esquinas como sucede con las pinturas, con un nombre R Mutt que no corresponde a nadie que haya participado en el ready made.

Puesta ahí y en aquél momento la “obra de arte” es la negación materializada de la vieja idea: la obra de arte debe ser hecha de un material noble como sería el mármol o el bronce o el óleo para la pintura, esto es un material no vulgar, no utilizado de una manera común.

La impronta se convierte en que, no importa que sea un objeto común está colocado por encima de los objetos de su naturaleza pues algún individuo ha puesto en el toda su simbología, su genialidad, lo ha sacado de la nada, no ha sido fabricado simplemente cambió de lugar. La firma otorga carácter de divinidad, originalidad, unicidad. En este caso la firma corresponde a alguien imaginario, alguien inventado que no existe.

La cosa: urinario entra en discurso distinto de presuposiciones, conductas sociales, valores, juegos de lenguaje, referencias etc. De lo que se conoce como “obra de arte”. La “genialidad” consiste en haber condensado en un objeto y un lugar la negación de toda una cosmovisión.